El cambio es la única constante en nuestras vidas. Es fácil entenderlo si sabemos que nuestro cuerpo cambia cíclicamente sus tejidos o que la luz a la que nos exponemos y el aire que respiramos, es siempre nuevo. Claro que la mayoría de los cambios ocurren de manera acumulativa, lo que hace que apenas se noten y que podamos acostumbrarnos gradualmente a ellos.
Pero, ¿qué ocurre cuando aparece un cambio repentino y de proporciones notorias, ante el cual no puedes quedar indiferente? Esa clase de evento es lo que comúnmente denominamos crisis. La crisis es una situación que pone en duda la continuación, modificación o cese, de un asunto o proceso cualquiera. Un diagnóstico de enfermedad, la caída de la bolsa de valores, la recesión económica, un accidente de autos, la renuncia inesperada de un ejecutivo clave, son todos casos de crisis en diferentes niveles de la vida.
Las empresas, al estar comprometidas con resultados concretos en tiempos limitados, son muy sensibles a toda clase de crisis que se opere en el entorno. La inestabilidad a nivel social, económico, climático, político, legal o de otro tipo; pueden impactar las empresas en su liquidez, capacidad de negociación, productividad.
Sin embargo, las empresas son, ante todo, organizaciones humanas. Son las personas en la organización las que reciben directamente el impacto de toda clase de crisis global, lo que se suma a las propias crisis personales que afrontan en el cotidiano vivir. Son esas mismas personas las que tienen el potencial de articular soluciones para pasar la crisis satisfactoriamente, pero también pueden ser esas personas las que se conviertan en un freno para salir airosos en épocas de conflicto.
La manera en que se manifiesta la crisis en las personas es, fundamentalmente, a través de sus emociones. La frustración, el desánimo, la inconformidad, el orgullo, el miedo y la rabia, son algunas de las emociones que afloran como resultado de las crisis. Estas emociones débiles confunden, magnifican los problemas y retrasan las soluciones. Al conspirar contra la persona, contaminan también su entorno de trabajo enfermando la organización desde adentro.
Otra clase de emociones como la voluntad, la aceptación, la razón, la intuición, la alegría y la paz, traen inmensos beneficios para la organización. El personal se torna proactivo, creativo, orientado a las soluciones en lugar de a los problemas. Estas emociones de poder estimulan el trabajo en equipo y el placer de hacer un buen trabajo.
El manejo de las emociones y la crisis en las organizaciones, identifica las emociones débiles que dominan los grupos de trabajo y sus integrantes, y propone cómo superarlas para lograr un clima emocional de poder personal y de equipo. Se hace especial énfasis en el fortalecimiento de la interrelación en los equipos de trabajo, la lealtad empresarial y el manejo de las crisis.
El manejo de las emociones y la crisis en las organizaciones, es un espacio vivencial, dinámico y participativo, para sanar emocionalmente la organización de cara a enfrentar las crisis, en un clima de soluciones y logro.
Dunas
viernes, 10 de abril de 2009
jueves, 9 de abril de 2009
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