Tomar vino puede ser un acto automático o rutinario dictado por la costumbre, la ansiedad o la evasión. Pero cuando se comparte una copa de vino en buena compañía, la experiencia se convierte en un auténtico placer.
Desde el descorche, los aromas, más o menos sutiles y únicos de la cepa, se entremezclan con los aromas de los catadores, creando un ambiente único y sutil. Este espacio olfativo, cargado de evocaciones y misterios, despierta emociones y sensaciones en cada uno de los participantes. Así se inicia un viaje comunicacional multidimensional, donde cada gesto, cada aliento, cada sorbo, cuentan. A veces también aparecen las palabras y el toque suave, amistoso o sensual...
Si se trata de un buen tinto, siempre te fascina con la magia que esconden sus colores, su brillo y su cuerpo. Rojos violáceos, acerezados, afresados..., gran variedad de colores indescriptibles y únicos sólo diferenciables mediante la asiduidad y la experiencia.
En boca, el vino abre un camino hacia espacios internos. Se mueve del pasado al futuro, como si el presente se ensanchara para hacer lugar a lo que fué y será, por siempre. Una explosión de sabores que se muestran secuencialmente: fresco al inicio, afrutado luego y un final ligeramente ácido, que te invita a tomar el siguiente sorbo una vez que la intensidad del primero ha disminuido. Muchas sensaciones diferentes aparecen en lengua, labios, paladar, paredes de la boca, encías... El primer sorbo es único. También lo es el segundo, pues acentúa la percepción del carácter del vino.
Hay muchas clases de vino disponibles, cada una con una historia que contar, sensaciones que despertar y una conexión especial y única con nuestro inconsciente. Estas líneas, por ejemplo, fueron evocadas por la degustación de un Cono Sur Carménère 2003, en una muy especial y querida compañía.
Bebidas como el yamor, el pulque, el apuyacu e incluso el chocolate, han reclamado para sí el título de Bebida de los Dioses. A mi me gusta pensar que el vino es la Bebida de los Ángeles, de todos los ángeles humanos encarnados que jugamos el gran Juego del Libre Albedrío. Compartir una copa de vino de ángel a ángel, de corazón a corazón, es una experiencia que realmente te deseo. De todo corazón...
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1 comentario:
La magia del vino es muy sutil. Nos embriaga el alma, agudiza nuestras percepciones y descubrimos el verdadero arte de compartir una copa di..vino
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